Persona seria y confiable que puede hacer las cosas sin causar tanto drama.
Me gustan las personas que no dramatizan, que no hacen de todo una tragedia, ni tampoco se ríen entre risas de sus sueños, avergonzados y arrinconados en el trastero de sus vidas.
Son kamikazes pacíficos, que luchan sin herir, que pelean sin pegar y que avanzan sin derribar. Sobre todo, sin dañar ni herir a nadie. Que los gambetean, que los regatean, en la bicicleta más sencilla que nunca nadie pudo imaginar. Son capaces de hacer que el mundo se vuelque y se ponga boca abajo. Que no se detienen a lamentarse por lo perdido, por lo fallado, por lo que pudo pero no.
Son personas tenaces, constantes, trabajadoras. A las que poco importa lo que haya fuera, porque confían tanto en lo que hay dentro que es imposible que no consigan lo que se proponen. Y es que al final no hay trucos, ni magia, ni tretas. La receta del éxito la sabemos todos, pero no todos somos capaces de ponerla siempre en marcha. Sobre todo porque no es fácil, porque no hay atajos y las excusas no son más que un muro que uno se construye para protegerse de uno mismo.
Me gustan esas personas porque me gusta rodearme de ellas. Personas que creo son mejores que yo, con cualidades mejores que yo. Dime tú qué se aprende entre la mediocridad, de qué sirve sentirse el mejor de algo que no va a ninguna parte. Quizá en la corriente, en la energía, en la fuerza, en ese torrente de determinación, podamos sacar algo. Que seguro será bueno.