Comprensión de que cada persona tiene una vida tan intensa y compleja como la nuestra.
Nunca olvides de dónde vienes. No lo olvides jamás.
Nunca olvides las dos primeras manos que te enseñaron el mundo por primera vez. Aquellos tímpanos que bañaste con tu primer llanto, aquellos brazos que te acunaron por primera vez, y que te mecerán hasta el último suspiro.
Jamás olvides aquellas otras dos manos que te bañaron. Que vivieron en una orquesta de lágrimas y sonrisas. Las que cambiaron tus pañales sin experiencia alguna. Pero con todo el amor del mundo.
Nunca olvides aquellas manos arrugadas, que te acariciaban en una despedida infinita, que al final terminó por hacerse realidad.
Jamás olvides aquellas clases, donde aprendiste a leer y escribir. Y también a jugar, a bailar, a reír y a llorar. A partes casi iguales.
Nunca olvides a quien te descubrió la cara más cruda de la vida. La realidad sin maquillaje de la adolescencia, la cara B de la cinta de la infancia interrumpida.
Jamás olvides tu primer beso. Inexperto, a medio vestir y lleno de miedo. Ni tampoco tu primera despedida, ese primer vuelco de un corazón becario y sin paro.
Nunca olvides a quien te tendió la mano. A aquellos que apostaron por ti cuando no eras nadie. A esos que creyeron en ti sin pedir nada a cambio. O quizá sí, pero la lealtad está en peligro de extinción. Y de la solidaridad y la empatía, mejor ni hablar. Puede que haya quien nunca la haya visto.
No olvides nada de esto. Porque cuando el ego se inflama, cuando el egoísmo crece y se hace indomable, cuando el dinero consigue comprar tu alma, cuando el ansia de fama empuja a los demás por la borda… la caída es indescriptible.
Y después, la soledad. De darte cuenta de que seguías siendo una ínfima huella en el universo, no la estrella más brillante del firmamento. Como todos, que pisamos y pasamos por aquí. Invitados a los que nadie conoce en este baile de almas que llegan y se van. Nada más que eso.
Para cuando quieras darte cuenta, no habrá constelación con la que dibujar el cielo, ni sueños compartidos, ni futuros en plural. Solamente serás un singular en primera persona, un sujeto que no encontrará predicado, un pretérito imperfecto que se olvidó de que sin verbos auxiliares, muchas frases no tienen sentido.
Incluso a veces, vidas enteras.